Las conspiraciones contra Ana Bolena
Al hablar de la historia de Inglaterra, y más aun de la monarquía que reinó durante los pasados siglos, se hace inevitable mencionar a la figura de Ana Bolena. Una mujer que sin saberlo marcaría un antes y un después, tanto en la vida de Enrique VIII como en la propia historia de Inglaterra, al ser el principal motivo de la escisión entre el país y Roma.
Ana, madre de la poderosa Isabel I, ha sido considerada posteriormente como la reina consorte más influyente e importante que Inglaterra ha tenido nunca. Una mujer de la que se habla mucho, pero poco se sabe, puesto que su posterior ejecución estaría envuelta en un sinfín de conspiraciones, y dichas conspiraciones dificultan conocer hasta que punto fue culpable o no de todo lo que se le acusó.
Hija de Tomás Bolena, un diplomático de la época bastante bien reconocido, pasó su juventud entre los Países Bajos y París, educándose y adquiriendo el dominio de varios idiomas.
Dicen que cuando el rey la vio se enamoró al instante. También cuentan que las constantes negativas de Ana ante el cortejo de Enrique VIII hicieron que éste perdiera aun más la cabeza. Unos aseguran que era debido al extremo recato de la dama, que no pasaría por ser una amante más del rey, otros aseguran que ya desde entonces ansiaba el poder, y vio en sus negaciones un arma poderosa para cautivar al monarca. Lo cierto es que sea como sea funcionó, ya que Ana sería el principal motivo por el que Enrique rompía con Roma y conseguía así libertad absoluta para casarse con su amada Ana (entre otras muchas cosas).
Teniendo en cuenta que una de las principales razones por las que Enrique VIII despreció a su primera esposa fue la incapacidad de esta por darle un varón, el que Ana diera a luz una niña en su primer embarazo llenó de decepción al monarca.
La decepción desembocó en un alejamiento, y ese alejamiento fue incrementado por la mala reputación que Ana tenía en el pueblo inglés, pues era conocida como “la ramera del rey”.
Cuentan que en 1535 el rey se encaprichó de Jane Seymour, una joven muchacha de la corte que había sido dama de honor de su primera esposa Catalina. No obstante, Ana Bolena quedaría embarazada en aquel entonces, algo que desvió la atención del monarca. Desgraciadamente este y otros dos embarazos terminaron en aborto natural.
Tras la muerte de la reina Catalina, comenzaría un acercamiento entre Inglaterra y Carlos V, un acercamiento que Ana Bolena entorpecía bastante por su tendencia luterana.
En 1536 Mark Smeaton, músico de la corte, sería acusado de tener relaciones sexuales con la reina. Este hombre fue torturado hasta el extremo, cuando finalmente confesaría el presunto delito. Este fue el inicio del fin para Ana Bolena, que sería ejecutada junto a su primo Harry Norris, los caballeros William Wetson y Richard Boreton y su hermano, Lord Rochford, al cual también se acusó de mantener relaciones sexuales con ella.
En ese mismo año, un tribunal presidido por Crammer declararía el matrimonio nulo. La única explicación que dio fue que en la entrevista en la Torre de Londres (donde Ana estaba presa), esta le hizo una confesión de un carácter de “indescriptible horror”. Tiempo después se ha teorizado sobre esta confesión, muchos historiadores coinciden en que quizá Ana estuviera embarazada y que el hijo no era precisamente de Enrique VIII.
Otros creen que efectivamente estaba embarazada, como atestiguaría una carta envidada por Enrique VIII a sus embajadores en Roma y París anunciando que “Dios nos va a enviar un heredero varón”. Quizá este fuera el motivo por el que Cromwell decidiría finalmente quitarse de encima la molesta presencia de Ana Bolena.
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